Hipocrates, el padre de la medicina
El mar Egeo vio nacer, allá por el año 460 a.C a una de las personalidades más interesantes de toda Grecia: Hipócrates. Oriundo de la isla de Cos, este médico griego es hasta hoy en día considerado una eminencia en lo que respecta a la profesión que desarrolló, considerándoselo en la posteridad como el “Padre de la Medicina”.
Su interés por dicha ciencia es adquirido gracias a su familia, quienes también ejercían la profesión de médicos y sacerdotes. Después de realizar varios viajes por su tierra logra radicarse en Cos para ejercer la medicina y enseñarla a sus discípulos.
Muchos afirman que entre sus viajes por el Medio Oriente logra recolectar mucha información para luego llevarla a su ciudad y poner en práctica los mejores procedimientos médicos de la época. Si bien era considerado un ser humilde, se sabe que Hipócrates atendía a la clase más alta de Grecia, sobre todo a sacerdotes.
Basándose en la observación, logró escribir muchos tratados de medicina, los cuales podemos encontrar en la famosa Biblioteca de Cos. El conocido “Cuerpo Hipocrático” hace referencia a una serie de tratados escritos por él. Estudiosos del tema afirman que solo 6 de las aproximadamente 40 teorías médicas que comprenden el Cuerpo fueron redactadas por Hipócrates.
Pulmonía, paludismo, paperas, tisis y otros males, así como la trata de muchas enfermedades poco frecuentes en la época fueron tratadas en dicho compendio de una forma tan rigurosa y excepcional que sorprende, quizás por ello no dejamos de ver a Hipócrates como una verdadera eminencia del saber.
Muchas universidades del mundo utilizan hoy en día, en la llamada “colación de grado”, el conocido “Juramento Hipocrático”. Se cree que Hipócrates crea dicho juramento en el momento en el que comienza a enseñar la medicina a sus alumnos. Entre sus líneas dice:
Considerando la medicina como un saber sin barreras, entendiéndolo como un arte y una filosofía, Hipócrates se ha convertido en una de las personalidades más destacadas de todos los tiempos.
En el año 370 a.C muere en Tesalia, a los 90 años de edad, dejando su huella hasta el presente.